Soy Abel Jared Pérez Calvo, maestro en desarrollo y planeación de la educación en educación básica. He dado clases de matemáticas, ciencias y tecnología. Trabajo en la escuela secundaria técnica número 66 Francisco J. Múgica aquí en la Ciudad de México.
A lo largo de mi trayectoria profesional, me di cuenta de que la evaluación era todo un reto y que no se reduce a calificar o clasificar a nuestros estudiantes a partir de sus resultados evaluativos, sino de poder brindar retroalimentación y ofrecerles una ruta de mejora. Me di cuenta de que este reto era compartido cuando comencé a trabajar en diferentes trayectos formativos para encontrar mejores estrategias, la organización de instrumentos y acciones puntuales para evaluar de manera formativa dentro de mi aula.
Me di cuenta de que maestras y maestros tienen exactamente el mismo desafío, pero sobre todo las mismas ganas de poder mejorar. La evaluación formativa en el marco de la nueva escuela mexicana se centra en poder recoger información para poder ayudar a nuestras alumnas y a nuestros alumnos a entender sus áreas de oportunidad para que se conviertan en fortalezas.
A través de diferentes instrumentos de evaluación y acciones puntuales en el aula, de observación tanto de manera formal como semi-formal o incluso informal, podemos brindar retroalimentación y establecer un trayecto de mejora constante. La evaluación formativa es un proceso continuo y debe ser flexible para que se adapte a las diferentes situaciones que encontramos en nuestro contexto áulico.
A medida que nos esforzamos por integrar una evaluación formativa en nuestro proceso de enseñanza-aprendizaje, nuestros estudiantes se verán fortalecidos. Es una manera de potenciar cada una de sus habilidades y de lograr, entre todas y todos, establecer poco a poco un progreso de aprendizaje.
Recientemente, en nuestra escuela, llevamos a cabo un proyecto comunitario que provino de la contextualización y de una problemática real de nuestra comunidad. A partir del análisis y del diagnóstico de las dificultades que enfrentamos día con día en nuestra escuela, escogimos un tema relevante y de relevancia social que nos permitió ahondar en esta problemática y brindar algunas soluciones.
El proyecto fue interdisciplinario, participaron todas las asignaturas. Con gran ánimo, pudimos establecer una ruta de trabajo y llegar a elementos muy puntuales en el desarrollo de aprendizaje de nuestras alumnas y nuestros alumnos. La evaluación formativa jugó un papel muy importante desde el diagnóstico, recabando cada una de las diferentes oportunidades para tener información vinculante que nos lleva a la mejora y la concreción, no solamente de productos, sino de procesos de aprendizaje.
Cada una de las personas involucradas tuvo la oportunidad de ejercer su voz, dar sus opiniones, recibir retroalimentación y formular nuevas hipótesis. Así encontramos que nuestras estudiantes y nuestros alumnos lograron un proceso de aprendizaje óptimo, al grado que pudimos llevar a cabo una muestra pedagógica que abrió sus puertas a toda la comunidad.
La evaluación formativa en este proyecto de aprendizaje, que fue de carácter comunitario, es muy importante. Permite que la autoestima de nuestras alumnas y de nuestros alumnos se vea fortalecida, que encuentren los logros y la motivación necesaria para continuar aprendiendo.
Realmente es posible decir que la evaluación formativa puede ser una realidad si centramos esfuerzos comunes, si el Consejo Técnico Escolar es un espacio en el que maestras y maestros podemos compartir nuestras ideas y de manera general entrar en un consenso que nos permita lograr, de forma participativa, comunicativa y dialógica, un proceso de aprendizaje en todo nuestro estudiantado.
Gracias por su atención y no puedo esperar para ver qué proyectos y qué formas tenemos para implementar esta evaluación formativa. ¡Hasta pronto!
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